Source: La Caravineta
Últimamente
he de reconocer que llevo una buena racha a la hora de elegir los
tebeos a leer. Prácticamente, en su mayoría, autores que
nos presentan una nueva forma de acercarse al medio, investigando y
tratando de ofrecernos nuevas fórmulas tanto en la propuesta gráfica
como en el guión y, de repente, me encuentro
con este Diario de un Ingenuo de Èmile Bravo (Un comic, por otra
parte, que llevaba tiempo esperando la edición en castellano que,
finalmente, Planeta nos ha traído). Èmile Bravo, lejos de hacer de
su Diario de un Ingenuo una avanzadilla del noveno arte, nos retorna a
los cómics más clásicos de la escuela francobelga y nos cuenta la
historia y el nacimiento como heroe del botones más conocido
de la BD. Así, tanto en sus composiciones de páginas, como en la forma
de contar la historia, e incluso en su dibujo, podemos recordar nombres
de la talla de Franquín (como no hablando de Spirou),
Chaland, o Hergé, autor al que no se cansa de homenajear a traves de
su personaje más conocido, Tintín, durante las 72 páginas de las que
consta la historieta.
Bravo se remonta al año 1939 para contarnos los inicios del personaje.
Nos muestra a un spirou ingenuo, un preadolescente que avanza
inocentemente, con paso vacilante hacia la madurez al ritmo que
le manda la época que le tocó atravesar. Nos habla de su primer
trabajo, su primer amor, sus primeros contactos con Fantasio y Spip, su
ardilla.
Debe ser complicado trabajar en un personaje tan emblemático como
Spirou. La presión de hacer algo bueno con un personaje tan trillado
como el botones aventurero, de que guste a sus miles de
seguidores, que resulte coherente con su historia debe resultar
exagerada. Más si cabe inventarse un origen, un nacimiento y unos
porqués sin desmembrar las señas de identidad del protagonista.
Bravo se enfrenta a esto con la sencillez de quien cree que es un
personaje diseñado para él y sale victorioso. Se inventa nuevos
personajes con lo que interactuar y dar coherencia y consistencia a
la historia, al nacimiento del héroe y lo hace de una manera
asequible, consiguiendo en muchos casos una sonrisa del lector adulto,
que disfruta de lo que está leyendo de la misma manera que
disfrutaba de las lecturas del mismo Franquín y presumiblemente
consiguiendo igualmente la sonrisa en los rostros de los más jóvenes
lectores.
Spirou es el botones del hotel Moustic de Bruselas. Durante sus horas
de trabajo se dedica a subir y bajar maletas de los muchos rostros
conocidos que llegan al hotel buscando privacidad, a huir de
Entresol, personaje siempre dispuesto a darle unos capones, y evitar
que su incansable compañera, Spip la ardilla, se meta en problemas.
Durante sus horas de asueto, arbitra partidos de fútbol
entre chavales conmocionados por el rumbo político del mundo en los
años anteriores a la 2º Guerra Mundial y se dedica a pasear con la
sirvienta del hotel que, a pesar de no conocer ni su nombre,
le tiene completamente enamorado.
Pero la historia a elegido el hotel donde trabaja el pequeño botones
para cambiar de dirección. En una de sus habitaciones, polacos y
alemanes pactan la forma de repartirse Polonia tratando así de
evitar la guerra.
Fantasio, que en esos momentos trabaja como periodista del corazón
para el diario Mosquito y persigue a una pareja de celebridades que se
alojan en el hotel, ayudará a que polacos y alemanes
lleguen a una resolución.
Es este Diario de un Ingenuo un comic fantástico, donde se pone de
manifiesto lo que pueden hacer autores de la talla de Bravo con
personajes consagrados, y que pone en evidencia (más si cabe) las
absurdas guerras de los moulinsart y los Uderzos de turno a favor del
dinero y en contra de los personajes que sus antecesores o ellos mismos
crearon.
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